Emma

Después de tanto ¡te encontré! Había esperado tanto tiempo para este momento, nunca antes había sentido algo igual con otra mujer, mi cuerpo oscila con tan sólo el roce de sus yemas. Me siento plena, satisfecha, feliz conmigo misma y con los demás, ahora parezco una carreta que desea repartir amor y comprensión a todo el que se atraviese (no lo tomes literal, así es el amor). Ha llegado el día, hoy te veré en el tercer negocio como habíamos planeado la noche anterior, deseo que me veas presentable, es por eso que limpié mis Vans en la mañana, estaban mugrientos, así me gusta llevarlos pero hoy, es una ocasión especial, respiro y mi corazón se agita, todo marcha bien, la chocolatina que traigo en el bolsillo para darle aún no se derrite, la ansiedad poco a poco me consume, son tantos los besos acumulados que tengo para desgastarle los labios que no puedo esperar más, observo la gente pasar tan apresurada que me sorprende, todo ahora es más rápido, casi nada se disfruta, todos corren como si estuviesen compitiendo, miro el reloj y lleva 5 minutos de retraso lo cual equivale a una mordida de labios, claro que no se especificó que tipo, en el fondo veo a una pálida señorita trotando, lleva puesto un vestido más arriba de la rodilla, color vino tinto o tinto vino como diría mi madre, mantiene su cabeza inclinada y no puedo detallar bien su rostro, lleva consigo una mochila y unos tenis aparentemente cómodos, es ella, la nena que se ha encargado de iluminar mis días, cuando llegó lo primero que hizo fue darme un abrazo y un beso en la mejilla, no me importó que estuviera sudada, es agradable sentirla. Todo lo de Emma es perfecto para mí, ¡sin excepción! Su suave cabello con olor a menta, sus labios gruesos y tiernos, su mirada expresiva que cautiva, su pequeña nariz, su forma de vestir, su personalidad, su intelecto... 

Han pasado 18 meses ¿Quién lo iba a creer? Las cosas habían resultado, al parecer valió la pena el esperar aquella vez, no se como pude llegar a este punto si me canso tan fácil de las personas.